En cuanto hubo salido, la escena cambió de aspecto.
Mil preguntas se cruzaron, se hicieron las mas distintas reflexiones.
Pero la alegría dominaba á los tres.
La vuelta de Ernesto se consideraba como un acontecimiento, que debía ser señalado con piedra blanca. Ese dia todos eran felices, todos se mostraban sonrientes y contentos.
De pronto, Manuela se puso séria.
— He partido de lijero al volverle mi amistad, murmuró. Si lo que decía el diario es una calumnia, lo que he visto con mis propios ojos, no puede serlo.
Dolores oyó ó mas bien adivinó por casualidad estas palabras, pronunciadas casi sin conciencia de ello.
Eso salvó al jóven. — Yo puedo explicarle lo que ha sucedido, dijo la buena mujer.
La niña fijó en ella su mirada.
— Hable usted, dijo.
— ¿De qué se trata? preguntó don Miguel, que no
habia oído las palabras de su hija.