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Sé porqué estás alegre, y por el mismo motivo me alegro yo á mi vez. Dolores me lo ha hecho saber todo!...

La niña enrojeció ligeramente.

— Si es así... murmuró.

— Ah! Confiesas tan pronto! exclamó el ciego, sonriendo con bondad. No creas que voy á reñirte; Ernesto es un excelente jóven, que merece tu cariño y mi aprecio como ya te lo he dicho muchas veces. ¡Pobre Eugenia! Si viviera, á estas horas lloraria de placer...

Y los ojos del anciano se llenaron de lágrimas, al pensarlo solo.

— ¡Papá! exclamó ella, abrazándole, y sin poder añadir una sola frase, tanto la habian conmoviqo las palabras de aquel hombre, que lloraba al recordar á la que fué su compañera...

— ¿Le quieres? preguntó él.

— Oh! Tú bien lo sabes!... Si no le quisiera, no hubiese tratado de hacer que me ofreciera su cariño!... Le quiero, si; le quiero mucho mas de lo que tú puedes suponer! Jamás podrá saber Ernesto lo que he sufrido en el tiempo que ha estado léjos de mí... ¡Cuánto he tenido que hacer para dominarme,