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Cuando pudo ver, Manuela subia al carruaje.

Hizo un movimiento nervioso. Su revólver brilló en su mano derecha. Se oyó una detonacion, y dos gritos desgarradores. Los caballos se encabritaron y echando á andar, pasaron por encima del rostro de Manuela. Luego se escuchó una segunda detonacion, seguida por un inmenso clamoreo. La gente salida quién sabe de donde llenó la cuadra...

Nada se veía. Solo se escuchaban los confusos comentarios de los curiosos.

— Era un loco! decian algunos.

Cuando la policía hizo despejar la acera vióse algo terrible.

Un hermoso cuerpo de mujer, cuyas facciones estaban destrozadas. extendido junto á la vereda, y á los pocos pasos el cadáver de Armando, tendido de espaldas, cuyos ojos abiertos y vidriosos miraban al cielo y cuya mano derecha oprimia aun el revólver.