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La amistad me impele á ayudarte; no lo hago porque me lo agradezcas.

— Y cuándo irás?

— Mañana.

— Por qué no ahora?

— ¡Cuánta prisa tienes! ¡Así son todos los enamorados! Hoy me es imposible ir á casa de Arello; tengo que hacer; pero mañana iré, te lo he prometido y yo cumplo siempre lo que prometo.

Armando salió.

El agradecimiento del jóven era grande. Reconocia el talento del francés como le llamaban en el Colegio Nacional, y no dudaba que con su ayuda no le seria dificil ni aun tomar á la luna por los cuernos.

Dupont, entre tanto, llegó al Hotel Frascati, donde habitaba, subió á su cuarto y despues de encender una lámpara, sentóse á meditar. Preparaba, sin duda, alguna combinacion, pues sus cejas arqueadas, decian claramente que estaba muy preocupado. Largo rato despues acercóse á la mesa y tomando papel y pluma escribió lo que sigue:

«Estimado Lindoro: «Un negocio urgente me obliga á emprender viaje