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era doloroso. Comparaba el canto de las aves con los gemidos de su alma, las gotas del rocío con las lágrimas que habia derramado, el murmullo del agua, siempre igual, siempre el mismo, con la monotonía de su existencia sin amor y sin esperanza!...

El rumor, poco antes imperceptible, fué aumentándose. De cuando en cuando una ráfaga llevaba á sus oidos el éco de las pesadas ruedas de los carros que hacian retemblar las calles. Ya se veia claro. El horizonte negro hácia el poniente, estaba rojo en la línea en que las aguas parecen unirse con el cielo. Los faroles comenzaban á apagarse uno por uno, y en los tres largos muelles que se internan paralelamente en el rio, se notaba ya algun movimiento. Pocos instantes despues el rumor se convirtió en algazara. El sol habia salido y las piedras parecían brotar gente. Las aguas vivamente coloreadas por la luz poderosa del astro, tomaron ese color ceniciento verdoso, peculiar á los riós. Gonzalez miraba todo sin darse cuenta de ello ... Su alma estaba en tinieblas, y tinieblas veia en torno suyo. El ruido lo mareaba; habia pasado la noche sin dormir y su cerebro parecia entorpecido