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completamente. La imágen de las personas que pasaban cerca, llegaba á él confusa, vaporosa...

Comenzó á caminar á lo largo del paseo, pero como un autómata, sin saber lo que hacia... La ciudad habia despertado ya... Oleadas de ruido iban á herir sus tímpanos, produciéndole una sensacion de dolor. Dieron las ocho. Su cuerpo pareció volver del letargo en que yacía. Sintió hambre. Entró á un café y se desayunó. Luego, con la cabeza inclinada sobre el pecho y las manos en los bolsillos, se dirigió tristemente á su trabajo, para ocuparse de él todo el dia, sin ganas, con esa especie de amodorramiento que sufre quien tiene el espíritu herido de muerte. Así pasó casi una semana. Salia muy temprano y volvia á su casa, cuando todos dormian en ella. Tenia miedo de encontrar á la jóven; no queria verla. E iba apagándose poco á poco, sufriendo mas cada hora que transcurría, sin ilusiones, sin esperanzas...

Entre tanto en casa de Manuela tenía lugar un drama doloroso.

La enfermedad de Eugenia estaba ya en su último período. Pasaba largas horas silenciosa, adormecida. La tos habia cesado por completo, pero la