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acontecimiento. En su cerebro no cabia la idea de la eterna separacion. ¿Qué es la muerte? Es la nada, y la nada no puede ser comprendida!

Parecíale que ese cuerpo inerte y adorado, iba á despertar de su sueño, iba á hablar otra vez... De cuando en cuando fijaba la vista en el rostro del cadáver, y donde creia encontrar la sonrisa de la vida, hallaba solo la espantosa tirantez de: los nervios que han detenido su movimiento, para no volver á obedecer el mandato de la voluntad.

Iban á dar las diez de la noche.

De pronto don Miguel se irguió.

— Manuela, dijo.

La niña no le oyó. Los mil pensamientos estraños, nuevos para ella, que la dominaban, apartábanla del mundo, obligándola á hacer abstraccion de cuanto véia á su al redor, No tenia oidos mas que para escuchar el silencio de la muerte, por decirlo así; no tenia vista mas que para contemplar la inmovilidad de ese cadáver adorado.

— Manuela, repitió el anciano.

Entonces ella levantó la cabeza.