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Entre tanto don Miguel y Ernesto habian subido al único carruaje que componia el acompañamiento.El viaje fué largo. Llegaron á la estacion situada á espaldas del 11 de Setiembre, y esperaron allí el tren.

Bajóse el ataud y se colocó en el depósito fúnebre, que está separado por un tabique de madera, únicamente, del salon que se destina á los pasajeros que esperan la llegada del tren que debe conducirlos al cementerio de la Chacarita. Esto hace que en los dias calurosos del verano y aún algunas veces en los de invierno, llegue hasta los vivos el olor espantoso de los cuerpos en descomposicion.

Por fin llegó la máquina, arrastrando tras ella dos wagones de pasajeros y uno de carga, destinado á llevar los ataudes. Ernesto hizo que D. Miguel subiese á uno de los primeros, acompañándolo él. El ataud fue colocado en el wagon. Escuchóse un silbido agudo y destemplado, y el convoy púsose en marcha.

Nada mas horrible y espantoso que ese tren de la muerte. Las maderas viejas, crujen con sonido siniestro; las maderas oxidadas se mecen á compás,