TILDE PÉREZ PIERONI 347
Erguida, las pupilas dominadas
por la obsesión tenaz de la carrera, sin que el vértigo rompa tu equilibrio, libre al viento la blonua cabellera, ¡sobre el brioso caballo parecías satánica visión de una tragedia!
Ibas envuelta en blanca vestidura que flotaba con rítmica insistencia,
e imaginé mirar algún tantasma cabalgando sobre una nube negra, ¡quizá para encender en los espacios del furioso relámpago la hoguera!
Tu trágica visión se fué esfumando
al devorar la mágica pradera...
¿Qué sangre hidalga, qué guerrera estirpe te inculcó valor entre las venas?
¡Oh, mujer! ¿Qué visiones de heroísmo te arrastraron en pos de su grandeza?
Ayer adiviné el impulso ciego
que te arrojara a la febril carrera... ¡Sobre tu alma doliente se mecía del Dolor la fatídica tristeza,
y al cabalgar con ímpetu siniestro buscabas del Olvido la cimera!
¿Pudo el viento matar con sus azotes tu penosa, enigmática tristeza? ¿Pudo la turbación de aquel instante robarte con su vértigo la pena? ¿Pudo llenarte el corazón, el ansia de cabalgar en pos de una quimera?
