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480 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA

Me lancé por las sendas con un ansia alocada

de vagancia, de vuelo... Me sabía cambiada;

no eran torpes mis plantas ni mi rostro era magro, y gritaba a los vientos: ¡el milagro! ¡el milagro! ¿No la ven?, está loca, murmuraba la gente.

Yo sentía que un nimbo me abrazaba la frente, que vibraba florida como un gajo de lilas, y surgían estrellas de mis hondas pupilas.

RUEGO

Amor, tú que enterneces a la leona fiera,

y hasta vuelcas el llanto de la torva pantera, ¿por qué a veces no llegas a las almas humanas; a las tristes, que aguardan en sus esperas vanas, con las fatalidades de una profunda herida

por donde van perdiendo poco a poco la vida?; ¿a las que diste un día todas las bendiciones, los más caros ensueños, las mejores canciones, y que invocan, llorando, la piedad de la muerte, porque saben la horrible tragedia de perderte?; ¿o a las otras, rebeldes a todas las ternuras

que anidan en la entraña de perversas criaturas, como esas tierras yermas, bravías, desoladas,

a las que nadie lleva la luz de sus miradas, porque nunca tuvieron en su acervo, Señor,

la música de un nido, la gracia de una flor?

Y va también mi ruego, Señor, Señor, Dios mío, porque nunca me dejes el corazón vacío...