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APUNTES

únicos textos en las matemáticas y la física; la medicina, la geografía y la química, eran casi desconocidas; la historia nadie la cultivaba, ni era posible averiguar de ellos particularidad alguna notable acerca de sus anales. Hasta el leer era una especie de ejercicio mecánico por lo común, y eran pocos los que comprendían el sentido de las frases. No había, por lo demás, administración, ni ejército permanente, ni pilotos que supieran dirigir un bajel fuera de las costas. Todo lo que se podía, pues, alabar por este tiempo en Marruecos, era la bondad de Muley-Suleyman, injustamente tratado en la correspondencia de Godoy, á que antes se ha hecho referencia; achaque ordinario de la violencia, aunque sea justa, este de justificarse á sí propio, calumniando á la víctima que prepara para el sacrificio. Lo cierto es que todas las naciones cristianas experimentaron la humanidad de Suleyman en gran manera. Más que ninguna la experimentó España, por su vecindad y el aprieto en que se vio luego, recibiendo de él favores singulares, como el de permitir que se abasteciesen de cuanto necesitaban las plazas de nuestro litoral, y señaladamente Cádiz, residencia del gobierno y de las Cortes, y último baluarte de nuestro patriotismo y de nuestro valor. Hubo otras naciones que no pudieron, en medio de revueltas tan grandes como dieron de sí los primeros años del siglo, cumplir los pactos y tributos que con él tenían ajustados, y éstas deben también agradecerle el no haber sido nunca molestadas ni requeridas por semejante falta.

No será fuera de propósito recordar en este punto que todas las naciones cristianas, así las más poderosas como las más débiles, se habían comprometido, en diversas épocas con el imperio, á pagarle ciertos tributos