111 bien como él el peligro que iba corriendo la s ñorita Ana.
- -Aunque yo hubiese querido-añadió,-no hubiera podido sujetarlo. Ella no debe montar jamás otro caballo que éste.
Comprendí por la conversación, que mi joven ama estaba fuera de peligro, y que pronto estaría en disposición de volver á montar. Esta fué una buena noticia para mí, que me hacía confiar en una futura vida feliz.
Cuando el joven Jorge tomó á Jengibre para sus cacerías de liebres, York movió la cabeza, y dijo que para enseñar á un caballo se necesita una mano más firme y segura que la de un jinete inexperto como el joven Jorge.
A Jengibre le gustaba mucho aquella clase de ejercicio, pero algunas veces yo la veía volver extenuada, y la oía toser de cuando en cuando.
Era un animal demasiado valiente, para en manera alguna quejarse, pero yo no podía menos de sentir cierta ansiedad por ella.