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Página:Azabache (1909).pdf/148

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que nunca más volvería á tomar una gota siquiera, mientras estuviese en la casa. Cumplió tan bien su promesa, que York no titubeó en confiarle su plaza durante su ausencia, pues ningún otro era tan á propósito para el caso.

Nos encontrábamos á principios de abril, y la familia era esperada en todo el mes de mayo. El faetón ligero tenía que ser recompuesto, y necesitando el coronel Valcárcel regresar á su regimiento, se convino que Buitrago le acompañase en él á la estación de ferrocarril más inmediata, dejara allí el carruaje, y regresase á caballo; al efecto pusieron la montura en el faetón, y yo fuí el elegido para el viaje. Cuando el coronel se despidió de Buitrago en la estación, le dió una moneda y le dijo:

-Cuida á la señorita, Pascual, y no permitas que nadie monte á Azabache; consérvalo en buen estado para ella.

- Dejamos el faetón en el taller, y Buitrago me condujo á la posada del León blanco, encargando al mozo que me cuidase bien, y que me tuviera listo para las cuatro de la tarde. En el camino se había desprendido un clavo de una de mis herraduras delanteras, pero el mozo no lo notó hasta que eran cerca de las cuatro. Buitrago no regresó hasta las cinco, y entonces fué para decir que no partiría hasta las seis, pues se