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Página:Azabache (1909).pdf/204

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lamentos de los moribundos, y tuve que galopar á veces por sobre un terreno resbaladizo con la sangre, y otras que desviarme para no pisotear á hombres y caballos heridos. Sólo un horroroso día sentí verdadero terror, y nunca podré olvidarlo.

1 El viejo Capitán hizo una pausa y dió un profundo suspiro; yo esperé en silencio, continuó por fin :

-Era una mañana de otoño, y, como de costumbre, una hora antes de amanecer, habían tocado botasilla, y á los pocos minutos nos encontrábamos todos dispuestos, ya para entrar en batalla, ó para esperar nuestro turno. Cada soldado se hallaba al pie de su caballo, listo para obedecer órdenes. Cuando fué aclarando me pareció notar alguna excitación entre los oficiales, y antes de ser completamente de día oímos el fuego de los cañones del enemigo. El jefe del regimiento dió la voz de «á caballo,» que los oficiales repitieron, y en dos segundos cada hombre estaba sobre su silla, y los caballos animados é impacientes, esperando el más ligero toque de la rienda, ó la presión de las piernas de los jinetes para arrancar; pero estábamos tan bien educados, que, á excepción del ruido con el bocado, ó los movimientos de cabeza de cuando en cuando, permanecimos completamente quietos. Mi amo