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mo, pues no quería que en la doma me lastimasen, ó adquiriese algún resabio; y no perdió tiempo, pues á la mañana siguiente puso manos á la obra.

No todos saben lo que es la doma de un caballo, y voy, por lo tanto á decirlo: es enseñarle á llevar una brida y una silla, y sobre su lomo un hombre, mujer, ó niño, yendo adonde el jinete lo mande, y de una manera tranquila. Además, ha de aprender á usar una collera, un sillín y una baticola, y estarse quieto mientras se le pone todo esto; después, aguantar un coche ó un carro, adherido detrás de sí, de manera que no pueda andar sin llevarlo consigo; y debe ir aprisa ó despacio, á voluntad de su conductor. No debe espantarse por nada que vea, ni hablar con los demás caballos, morder, cocear, ni hacer, en una palabra, nada que sea su voluntad propia, sino siempre la de su amo, aunque se halle cansado, ó tenga hambre ó sed; y, por supuesto, una vez con los arneses encima, no hay ni que pensar en brincar de gusto, ni en acostarse aunque el cansancio le rinda. Puede verse por lo dicho, que la doma no es cosa de poca importancia.

Me acostumbré á la cabezada de cuadra, á la soga, y á ser conducido del diestro por campos y caminos; pero ahora tenía que saber lo que