Página:Azabache (1909).pdf/25

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 21 —

equipado, me dieron otro puñado de avena, y me hicieron dar un paseo alrededor del sitio donde nos hallábamos, y esta misma operación se repitió por varios días, hasta que casi deseaba el puñado de avena y la silla. Por último, una mañana mi amo se encaramó sobre mí y me hizo dar una vuelta por la pradera, buscando los sitios en que la hierba hacía el piso más suave y blando. Me sentí un poco en ridículo, pero, al mismo tiempo, orgulloso de conducir á mi dueño; y continuando este ejercicio, un poco cada día, llegué pronto á acostumbrarme.

El inmediato desagradable asunto fué el dé ponerme las herraduras, que al principio me molestaban mucho. Mi amo en persona me condujo á casa del herrador, á fin de cuidar de que no me asustasen ni lastimasen. El herrador fué levantando sucesivamente mis patas, teniendo yo que permanecer en tres mientras cortaba una parte del casco; pero no me lastimó, y me estuve quieto. Tomó un pedazo de hierro, de la misma forma que el casco, lo batió con un martillo, y lo sujetó firmemente á aquél, con clavos. Sentí mis patas como entumecidas y muy pesadas, pero al cabo me acostumbré á las herraduras.

Una vez á esta altura, mi amo procedió á domarme para el tiro, y allí empezó una nueva se-