Sí, señora, lo es; pero no tengo la culpa de ello; el capataz, después de haber cargado yo el carro convenientemente, me hizo aumentar como tres quintales de peso, y mi obligación es obedecerdation 1 Volvió á levantar el látigo, pero la señora le contuvo, diciéndole:
-Espere usted; yo le voy á ayudar.
Blas se echó á reir.
-No ve usted que llevando la cabeza como la lleva sujeta con ese engallador, le es imposible hacer uso de todas sus fuerzas? Quíteselo y verá cómo trabaja mejor. Pruebe usted-añadió con un tono persuasivo.
-Está bien, señora-contestó Blas, sonriendo ;-voy á complacerla; ¿cuántos puntos quiere que lo afloje?
-Quíteselo del todo y dé completa libertad á su cabeza.
Así lo hizo Blas, y lo primero que hice fué bajarla hasta tocar con mis rodillas. No es para dicho el consuelo que aquello me proporcionó.
La moví repetidas veces para ver de aliviar los dolores que sentía en mi cuello.
-¡Pobre animal ! eso es lo que necesitabasdijo la señora, acercándose á mí y acariciándome.
-Ahora-añadió, dirigiéndose á Blas,-háblele usted, pruebe de nuevo, y verá cómo es otra