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buen amo, me encuentro tan seguro, y libre de todo miedo en la estación de un ferrocarril, como en mi propia cuadra.

De la manera dicha es como se doma bien un potro.

Mi amo solía con frecuencia engancharme en pareja con mi madre, porque ésta era tranquila y segura y podía enseñarme mucho mejor que un caballo extraño. Ella me decía que cuanto mejor fuese mi comportamiento, mejor sería el trato que recibiría, y que lo más conveniente para mí era procurar complacer á mi amo por cuantos medios estuviesen á mi alcance.

—Pero-añadía,— son muchas las clases de hombres con quienes probablemente tendrás que tratar; los hay buenos y razonables, como nuestro amo, á quienes cualquier caballo debe sentirse orgulloso de servir, y los hay malos, crueles, ignorantes y descuidados, que jamás se ocupan de lo que puede ser conveniente ó perjudicial para un caballo; estos últimos son casi peores que ningún otro, por su falta de sentido, por más que lo hagan sin mala intención. Deseo que caigas en buenas manos, pues un caballo nunca sabe quién lo comprará, ni quién lo guiará ó montará; todo es cuestión de suerte; y por lo tanto, sólo te digo que te portes siempre lo mejor que puedas, y que cuides de tu buen nombre.