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PRINCIPIO DE RELATIVIDAD

meno cuyas apariencias distintas y fácilmente reconoscibles permitan sin gran dificultad señalar los momentos sucesivos: tal es, por ejemplo, el movimiento oscilatorio de un péndulo.

En las expresiones que representan las diferentes leyes físicas figuran estas coordenadas y el tiempo, puesto que en definitiva son correlaciones de fenómenos que se producen en lugares del espacio y con un cierto orden de sucesión en el tiempo. Pero es el caso que, tanto el sistema O, al cual se refieren x1, x2, x3, como el reloj que marca el tiempo t, pueden elegirse con una amplia libertad; de modo que parece como si las leyes naturales hubieran de variar con el sistema de referencia y el reloj utilizados al formularlas. A priori nadie se avendría a semejante conclusión: las leyes que rigen la Naturaleza no pueden tener un carácter tan circunstancial. Aunque en su expresión figuren x1, x2, x3 y t, deben hallarse ligadas de modo que al cambiar de sistema o de reloj no se produzca alteración. Empleando un lenguaje más técnico, podemos decir que aquellas expresiones han de ser invariantes para toda transformación de coordenadas o cambio de reloj.

Cuando más arriba me he referido al observador que conoce las indicadas leyes, he querido designar con este nombre al conjunto del sistema O y los relojes que le sean propios. Así, aparece con plena cla-