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estas providencias no podian en el dia tener efecto, para impedir el clamor del pueblo, que ya se quejaba falto de alimento, como el de Egipto (Genes. 41. 55.), lo socorrio con el del pan este piadoso Josef, repartiendo como el otro, el de que tenia hecha anticipada provision y era dueño su Soberano; y no dudando de la piedad y generosidad del nuestro (menos en caso de tan urjentes necesidades), previno á los Oficiales Reales, que se dedicasen con la mayor solicitud, à estraer de entre las ruinas las petacas ó tercios, en que se guardaban las porciones de bizcocho que, costeadas por su Magestad, estaban destinadas para el Real de Omoa; y estraidas, se distribuyesen económicamente á los necesitados, precediendo á la particion, el aviso, para que á ninguno privase la falta de noticia, de este socorro. Fuéron muy loables la actividad y empeño con que los Jueces, Oficiales Reales, D. Miguel de Arnaiz, Contador, y D. Juan Masìa Dávalos, Tesorero, practicáron este órden, esponiendo, despues de un grande trabajo, à un manifiesto peligro, sus vidas, por sacar de entre los fragmentos aquel socorro. Y aplicando el mismo empeño, con igual riesgo y afan, á la estraccion de los caudales de su Magestad, libros y papeles pertenecientes á las oficinas, se logró, sin pérdida alguna, la facilidad de estraerlo todo.

De este modo cerró las puertas nuestro Iltre. Presidente, á las indigencias de la hambre, precautelando las sensibles resultas que podia causar (fames plus nocet hoste); y atenta su solicitud al remedio de otras no menos urjentes, dió varias providencias muy importantes. Notàndose que, algunos individuos de la pleve, con la proporcion que ofrecia el desamparo de las casas y abandono de los bienes, se dedicaban, sin temor de Dios, al robo y al pillaje, publicó bando, conminando con graves penas à los que, atrevidos é insolentes, delinquiesen en este punto; y no siendo bastantes á reprimir la audacia de los ladrones las impuestas, se decretó, con su intervencion en la Real Sala y Acuerdo de justicia, la del últi-