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mo suplicio á los que hurtasen la cantidad de diez pesos ò cosa que los valiese y la de doscientos azotes y diez años de presidio à los que robasen menor cantidad, á los que se hallàsen sobre las ruinas, quebrantando cajas ó baules, y á los que, despues de las oraciones, se aproximasen á los ranchos, que servian de conventos à las Religiosas; mandando juntamente, para prevenir que tendrian efecto estas conminaciones, levantar en la plaza mayor la horca. Esta seria y justa determinacion, comprimió en mucha parte el desenfreno de los criminosos. A este fin de asegurar los caudales, bienes, menajes y utensilios, espuestos por el desamparo al robo, al de la quietud de los vecinos, y á otros muchos instantes asuntos, que exijía la turbacion y desconcierto de una ciudad populosa, no siendo bastante el reducido número de tropa veterana, de que se componia el escuadron de dragones, ordenó que bajasen á la arruinada Capital, milicianos de las compañías urbanas del Valle, con las que se consultó á los fines que se juzgaron convenientes.

No satisfecho el zelo del enunciado Señor, con las providencias que, en desempeño de su caràcter, daba contìnuamente à beneficio del público, quiso, en crédito de la noble investidura del Vice-Patronato que le autoriza, manifestar la particular compasion que le merecian las Sagradas Religiones, ofreciéndoles y asegurándoles todos sus auxilios y proteccion; y en desahogo de su piedad, hacer particulares demostraciones de ella à los pobres del Real Hospital de S. Juan de Dios y à las Niñas del Real Colegio de la Presentacion. Y para que todas las Comunidades lograsen entre tanta miseria algun alívio, puso à disposicion del Ilmo. Sr. Arzobispo una porcion del ganado que le remitió el Alcalde mayor de S. Salvador, D. Francisco Antonio de Aldama y Guevara, noticioso del funesto catástrofe de Guatemala, á fin de que el espresado Señor, segun le pareciese conveniente, la distribuyese.