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que se aplicasen á él, con grande empeño, los dichos Comisionados y Teniente de artillerìa que, movidos del ejemplo y encargos del Sr. Villarrassa, é inspirados del mismo zelo y piadosa liberalidad que anima à sus corazones cristianos, se dedicaron gustosa y espontáneamente á servir, casi à competencia y a porfia, á las Religiosas. Contribuia á esto mismo la señora esposa de dicho Sr. Ministro, quien movida de aquella ternura á que le inclinan un genio en quien es natural el agrado y un corazon piadosamente religioso, sobre un séxo compasivo, se aplicó con tal amor y esmero á la asistencia y obsequios de las monjas, que, á mas de hacerlo personalmente con todas, para poderlo practicar con mas empeño y puntualidad con una Religiosa Teresa, gravemente accidentada, pidió beneplàcito al Ilmo. Sr. Arzobispo para llevarla al rancho de su morada, vecino al de las otras monjas, en donde, en su compañía, fué singular el esmero con que procuró el alivio de sus achaques. Y aunque á ésta hizo la necesidad acreedora de las mayores atenciones, no fueron pocas las que se llevàron de dichos señores los demas individuos de las dos Comunidades, procurando su comodidad, defendiéndolas de la multitud, velando en su custodia y ministrándoles por sí mismos el cuotidiano alimento que disponian sus sirvientes y de que cuidaron todo el tiempo que permanecieron en la arruinada Ciudad. Lo mismo practicó este Sr. Oidor en los primeros dias del conflicto, con el bizcocho y la carne de unas vacas que tenia en su chácra nuestra Comunidad y le franqueó N. R. P. Prior, distribuyendo por sus propias manos uno y otro alimento à los muchos que se arrancharon en el pátio de nuestra Iglesia y á los que, noticiosos de esta providencia, ocurrian, y eran muchísimos. Y juntando á los ejercicios de la caridad, las vijilancias del zelo de la justicia, no perdió de vista el arreglo y quietud de la mucha gente que se habia abrigado en el referido pátio; á cuyo fin y para impedir el incendio que con el descuido en los fuegos podia te-