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les dió, ocuparon (con no poco trabajo é incomodidad) toda su atencion en el rejistro y reconocimiento de varios parajes (los que juzgáron útiles), haciendo de cada uno, una curiosa averiguacion y exámen autorizado, para presentar á la Junta, todo lo que de él resultase, y ésta logràse el importantísimo acierto que se deseaba en la eleccion del mas proporcionado, para el establecimiento perpétuo de la Capital. Mas, como en la pràctica de estas diligencias, se consideró indispensable la demora; y entretanto, los caudales de Su Magestad, expuestos à la invasion de los ladrones, solicitó el Sr. Presidente, en su custodia, en virtud de lo resuelto por la citada Junta de cinco de agosto, y para dar tambien curso á los gravísimos negocios que entorpecian las turbaciones de Guatemala y su deplorable situacion, los hizo transportar al enunciado pueblo de la Ermita y depositar en la Casa Real, que contempló de mayor seguridad ó menor riesgo; haciendo construir otras fábricas provisionales, con las precauciones posibles al lugar y al tiempo, para asegurar las rentas de aduana, tabaco y correos; y destinando, à solicitud y empeño del Sr. D. Manuel Fernandez de Villanueva, Superintendente de la Real Casa de Moneda y Oidor de esta Audiencia pretorial, la que daba habitacion al Padre Cura, que es sin duda la de mayor fortaleza entre todas, para el sello del oro y de la plata, se trasladó su Señoria, acompañado de los Sres. Ministros de Justicia y Real Hacienda, Oficiales de las Secretarías y subalternos, al referido pueblo, en donde residian ya varias personas distinguidas y alguna plebe.

Quisiera el Sr. Arzobispo asociar en su partida al Sr. Presidente; pero mirando con su zelo de buen Pastor, las ovejas recomendadas á su cuidado, y concibiendo por entonces, imposibilidad en el retiro, observancia y comodidad de aquellas que, por contemplar mas amadas del divino Esposo, lo son suyas, y por verlas mas necesitadas, son el primer objeto de su atencion y ternura, si las sacaba de la destruida Capital; quiso, entre