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tanto, quedar entre sus ruinas y peligros, para ni dejar en manos del lobo á aquellas ovejas religiosas, si quedaban solas, ni esponerlas á mayores ruinas, si salian, aunque fuesen acompañadas. Y para que alli guardasen en el modo posible el voto de clausura, que hicieron á Dios en su profesion, y lográsen la separacion y quietud necesaria al cumplimiento de su regular observancia, mandó erijir en el campo de la chácra (perteneciente á nuestra Comunidad, que daba pasto à sus ganados, terreno á sus alfalfales y recreo à todo el pùblico) cuatro Conventos provisionales, pajizos, para otras tantas Comunidades de monjas (pues las Religiosas de Sta. Clara se hallaban en la hacienda nombrada de Canales), impendiendo crecidas cantidades en el costo de materiales y jornal de artífices y operarios: velando sobre la pronta ejecucion y buena disposicion de las fábricas: asistiendo personalmente, ya dirigiendo, ya acelerando el trabajo de los oficiales. Y para no perder de vista á unas ovejas tan recomendables, y que éstas lograsen en cualquier necesidad, mas pronta la asistencia y socorro de su Pastor, hizo fabricar su Ilma. un rancho que sirviese de palacio á su persona, en medio de uno de los cuatro ángulos que forman los cuatro monasterios; y en el opuesto, la Iglesia Catedral, con toda aquella estension y decencia que permitian las circunstancias del tiempo. Esto y la mediana capacidad que ofrecia el mencionado sitio de nuestra chácra, atrajo allí varias personas, quienes fabricaron ranchos, conforme á las facultades de cada uno, en el terreno que necesitaban y que cedió gustosamente à todos el Prelado de nuestro Convento. Otros, quedando en los parajes en que encontráron desde el principio lugar de asilo, y lo fuéron la plaza mayor, la de San Pedro, la de nuestro Convento, Cerro de los Dolores, y los campos de Sta. Lucía y del Calvario (en el que dió pronto abrigo á los pobres enfermos del sólido arruinado Hospital de S. Juan de Dios, su Prior y Administrador, Fr. Pedro Ramon Martinez, en los ranchitos