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el linaje humano, sino la desenfrenada malicia de sus moradores? (Gen. 6. 5. et seq.) El vicio detestable de los sodomitas fué el que encendió las llamas que llovió el cielo y que devoraron y consumieron toda la provincia de Pentàpolis (Gen. 18. 20.); y asi como fué ésta la causa del incendio, ofreció Dios que sería la justicia, hasta de diez personas, la del indulto (Ibid. 32). No leemos que fuese otra la de las plagas de Egipto, de la muerte de sus primogenitos, de la sumersion de su rey Faraon, con todo su ejército, en el mar Bermejo, que la inflexible obstinacion de este Príncipe (Exod. 7. 4). Esta misma, en defender á unos atrevidos facinerosos gabaonitas, y el horrendo delito que con un varon intentaron y con una infeliz muger cometieron éstos, dió ocasion á que, rebeladas contra la tribu de Benjamin las demas tribus, destruyesen á fuego y sangre todas sus ciudades, con todos sus habitantes, á mas de veinticinco mil fortìsimos guerreros, que fueron despojos de su furor en la campaña (Jud. 20. 13). Los pecados de Jerusalen, ¿no fueron la causa de su ruina y desolacion? (Luc. 19. 44.) Y si la ciudad de Nínive no hubiese hecho penitencia, ¿quién duda, que hubiera tenido efecto el decreto conminatorio, con que fulminó Dios, por medio de Jonás, su exterminio? (Jon. 3. 10.) En que se ve manifiesto, que los pecados de una ciudad, la relajacion de sus costumbres, son la causa de su ruina; y el arreglo ó reforma de su vida, la de su conservacion y felicidad. Asi, debemos entender que Guatemala, con sus culpas, se arruinó á sí misma, ò que su ruina fué efecto de la Divina Justicia, provocada é indignada contra ella por sus culpas; y que, como David dice: en vano trabajarán los que se empeñàren en su reedificacion, si el Supremo Artífice no pusiere manos en esta obra (Psal. 126. 1.), ni restablecida podrán los hombres, aunque apliquen todas sus industrias y conatos, en darla perpetuidad, conservarla, si, indignado Dios, le niega los amparos de su Providencia y su custodia (Ib. V. 2.); pues, aunque es