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En los pesares y aflicciones mias.

Me engaño ¡ah! trastornaron mi cabeza.

Las ilusiones que el delirio pinta!

Lo que era poco hà del grande Reino

Ciudad capital, soberbia, altiva,

Ora no es mas que escombros y montones

Sin casas, plazas, templos, ni guaridas.

No quedó ya refugio al vecindario,

Ni trepando del monte la alta cima;

Pues los fragmentos eran precipicios

Que Júpiter fraguó para la ruina.

Pero ¡qué digo! Salen ya del polvo

Desde el umbral repuestos, reconstruidos,

Hasta la cumbre los suntuosos templos

Con elegante y sólida maestría.

Ya las fuentes se asocian con los rios:

Ya las plazas exhaustas y vacías

Se encuentran ocupadas por la turba

Restituida á la calma primitiva.

Recobra la ciudad ràpidamente

De sus mismos destrozos nueva vida,

Acaso mas feliz ¡quíéralo el Cielo!

Cual otro fénix de inmortal ceniza.

Gózate ya ¡resucitada Madre!

¡Capital de aquel Reino la mas rica!

Libre vive desde ahora para siempre

De temblores, de sustos y de ruinas;

Y yo haré resonar hasta los astros

El eco tierno de canciones vivas,

Que pregonen el triunfo esclarecido

Que has alcanzado de la muerte impia.

Acepta, en tanto, aqueste ronco plectro,

Triste consuelo de amorosa rima;

Y que por prèmio conseguir yo pueda

Poseer en tí mi suspirada dicha.