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Cañas y barro

vivir los hijos de Dios que en algo se estiman, buscándose el sustento en el aire ó en el agua, cazando y pescando. Sus señores habían sido el rey ó aquel guerrero franchute que era capitán general en Valencia; amos que vivían muy lejos, que no pesaban y podían tolerarse por su grandeza. ¿Pero un hijo suyo arrendatario de una lechuguina de la ciudad y llevándola todos los años en metal sonante una parte de su trabajo? ¡Vamos, hombre! ¡Ya estaba tomando el camino para hablar con aquella señora y deshacer el compromiso! Los Palomas no servían á nadie mientras en el lago quedara algo que llevarse á la boca: aunque fuesen ranas.

Pero la sorpresa del viejo fué en aumento ante la inesperada resistencia de Tono. Había reflexionado bien sobre el asunto y estaba dispuesto á no arrepentirse. Pensaba en su mujer, en aquel chiquitín que llevaba en brazos, y se sentía ambicioso. ¿Qué eran ellos? Unos mendigos del lago, viviendo como salvajes en la barraca, sin más alimento que los animales de las acequias y teniendo que huir como criminales ante los guardas cuando mataban algún pájaro para dar mayor substancia al caldero. Unos parásitos de los cazadores, que sólo comían carne cuando los forasteros les permitían meter mano en sus provisiones. ¡Y esta miseria prolongándose de padres á hijos, como si viviesen amarrados para siempre al barro de la Albufera, sin más vida ni aspiraciones que las del sapo, que se cree feliz en el cañar porque encuentra insectos á flor de agua!

No; él se rebelaba; quería sacar á la familia de su miserable postración; trabajar, no sólo para