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EL PREJUICIO SEXUAL Y EL PROFESORADO

cendencia del acto sexual y se sentirán penetrados por su vivificante poesía, al concebir el amor, origen de los más grandes goces y de los más grandes deberes, y su fin natural, la reproducción de la especie, como la síntesis de la función más importante y de los sentimientos más nobles del hombre.

Por inconsciente error pedagógico el adulto atribuye al adolescente sus propias ideas, sus propios sentimientos: Nadie tan capaz como el niño de sentir la emoción religiosa, humana de lo realmente grande. Así, antes que la «gran profanación» comience, se habituará el niño á considerar ese hecho con veneración y verdad y sentirá nacer, instintivamente, en esa relación de causa á efecto, el sentimiento de la responsabilidad que es la moral de la existencia.

La pureza no estriba en la ignorancia sino, al contrario, en la verdad de las relaciones con la naturaleza: A esa «verdad natural», por otro nombre «justicia», le está reservado el reino de la libertad de acción.

Así encaminados, los estudiantes del profesorado universitario comprenderán la necesidad de la bifurcación de esta enseñanza sexual en los colegios nacionales y escuelas normales, cuyos alumnos experimentan ya la necesidad de verse científicamente orientados como «hombres» y como «mujeres».

Esta educación fortalecerá, en la mujer, el contralor de la razón para que ésta domine la emotividad exagerada, la superexcitabilidad nerviosa que ha permitido definir su psicología como la psicología de los extremos.

Como «mujer» y «madre» son sinónimos, esta educación sexual enseñará á la mujer á saber amar á sus hijos; ya que nada es tan peligroso como esa fuerza llamada amor » mal orientada.

Ante todo, les demostrará que nadie tiene derecho de dar vida á un ser en condiciones anómalas. Desarrollará ante ellas la situación legal y social del hijo espurio; demostrará que es por cobardía, jamás por amor, que la mujer pierde el derecho á ser llamada con justicia «madre». La ley de la herencia les será explicada como ley