—¿Olvidas querido Carlos aquel antiguo adagio que dice consejos no ayudan á pagar?
—Dime Arturo ¿tienes algun compromiso esta noche? preguntó Carlos, sin cuidarse de contestar á su amigo.
—Tengo uno, sí: Champagne, carambola, habanos &a, con algunos alegres amigos; pero te veo tan reconcentrado en tí mismo, que no puedo menos de echar al diablo al café de Paris, con cuanto él encierra.
—Gracias Arturo: la concurrencia me sofoca: si quieres seguirme á la alameda, respiraremos un aire mas libre aunque algo frio y te impondré de todo lo que me afecta.
—¡Rayos! Creí que querías que nos embarcásemos, seguro estoy que no me harias semejante propuesta, si, en vez de estar en el año de gracia de 1854, estuviésemos en el de desgracia de 1840; porque seria muy espuesto y nada agradable que viniera á interrumpir tus confidencias el agudo y afilado puñal de la mashorca, brazo derecho y heróica sostenedora de la sagrada persona del famoso Héroe del Desierto, -del modesto Gran Mariscal, del celebérrimo Conde de Poblaciones, del Gran Génio Americano, del Ilustre Restaurador de las Leyes, del Ecselentísimo Señor Gobernador y Capitan General de la Provincia de Buenos Aires, General en Gefe de los Ejércitos de la Confederacion Argentina, Encargado de sus Relaciones Exteriores, de su Paz y de su Guerra, Defensor He-