El espía del tirano guardó silencio.
Su amigo Jaime, lo ató fuertemente al madero.
—Ahora querido Blas,la llave de vuestra caja.
—La tengo aquí, en el bolsillo del chaleco. Pero por Dios Jaime ¿qué piensas hacer? No me quites la vida.
El jugador sacó la llave del bolsillo del chaleco de su amigo y le dijo.
—Querido Blas: dentro de algunos minutos voy á volver, tenemos que arreglar un negocio. Te aconsejo estimado compañero, que no grites, porque nadie te oirá: hasta dentro de un momento.
Jaime al salir cerró la puerta del sótano,y D. Blas de Aguilar quedó pugnando por aflojar los nudos de la cuerda que lo tenia sugeto. Sus esfuerzos fueron inútiles. El jugador lo habia atado sólidamente.
Este cumplió su palabra; porque pronto regresó. Traia un velon de cera como de vara y media de largo y un objeto redondo, envuelto en un pañuelo.
—Ya ves estimado Blas que tengo palabra: mientras yo hago aqui ciertos arreglos, prepàrate para escucharme: voy á contarte una entretenida historia.
—Jaime: me lastiman estas ataduras.
—Paciencia querido amigo, paciencia.
Jaime encendió el velon con un fósforo y lo clavó á tres pasos del madero: trajo dos botellas de un rincon y las clavó al pié del velon: en segui-