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—Es que yo conozco su maldito genio, y una pasion verdadera......

—No creo que lo lleve hasta ese esceso.

—Figúrate que la sola presencia de D. Blas Aguilar fué lo suficiente para ponerlo como un loco y hacerlo perder el sentido. Recordaràs que cuando murió Dª Marta hacian cuatro ó cinco días que Cárlos no iba á verlas?

—Es cierto: Camila, creia que Cárlos la habia olvidado.

—Sí: cómo para olvidar es el nene. Sucedió lo siguiente: estábamos parados Cárlos y yo en la puerta del teatro de la Victoria, cuando se nos presenta el Sr. D. Blas de Aguilar, con un ramo de flores que Cárlos habia dado a Camila esa misma tarde. En cuanto lo vió Cárlos se puso como un tigre. Yo lo saqué á tirones de allí y fué á caer sin sentido en las piedras causándose una herida, no insignificante en la sien.

—Ahora recuerdo que el dia de la muerte de Dª Marta se presentó Cárlos con la frente vendada. Ahora que hablamos de Aguilar; ¿qué es de la vida de este pájaro.?

—Yo lo que se de él es que Carlos lo dejó con una ala menos.

—Que quieres decir?

—Cárlos en la carta que me escribió me decia que iba á provocar á Aguilar á un duelo. Este debe haber tenido lugar la noche antes de irse Cárlos, y tu hermano Anselmo me dijo que lo habia encon-