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presion de dulzura, su estatura eleveda, y un sedoso y negro bigote cubría su labio superior.

Vestia con sencillez y sus modales eran elegantes sin afectacion.

—Buenos dias, mi querido amigo, dijo al entrar, he recibido el afable recado que tuviste la bondad de enviarme, con el que me honrabas altamente invitándome á almorzar contigo.

—Dejate de cumplidos Jaime y sentémonos à la mesa. Tengo que comunicarte y es esta una de aquellas confidencias que tienen doble mérito, cuando son hechas entre el estrepitoso choque de los vasos y el animador murmullo del champagne que despues de servirnos de dulce tónico, nos impulsa a destrozar apetitosamente de un par de pollos.

D. Blas y el nuevo personaje se sentaron á la mesa, sobre la cuál á mas de un formidable jamon, se ostentaban un par de pollos fiambres, un servicio de café y tres ó cuatro botellas de vino.

—Cuánto has perdido anoche querido Jaime?

Hace tiempo que la fortuna me adversa; basta que yo juegue á un rey para que este pierda hasta la corona. La francachela de anoche me cuesta ocho mil pesos, que era lo único que quedaba en mi estenuada cartera, y gracias á tu comedida invitacion no tendré hoy alegatas con el dueño del hotel de Provence, para que me dé un almuerzo al crédito.