—Cuando Vd. guste señor, vendré á buscarlo el carruage de la señora.
—Ahora mismo iremos á pié.
El jugador tomó su sombrero y salió con el cochero á la calle.
Pronto llegaron á casa de Mercedes; el cochero abrió la puerta, y ambos se internaron en ella.
Jaime recorrió todas las habitaciones, y lo que le llamó mas la atencion, fué un sótano que servia de bodega. Bajó á él seguido de Pedro.
—¿Qué hay en este sótano?
—Nada mas que unas pocas botellas de vino: la señora dice que es muy bueno.
—¿Abren con frecuencia este sótano?
—Casi nunca señor; solamente cuando es el cumple-años de la señora ó del padre Anselmo entonces lo abren para sacar vino.
—Diras á D. Blas, que yo he venido á recorrer la casa en nombre de él y que por eso me la has mostrado.
—Muy bien, señor.
Ambos salieron del sótano y el jugador dijo al cochero.
—Esta tarde iras á ver á D. Blas, y le diras lo siguiente, escucha con atencion.
— Ya escucho, señor.
—Le diras que tu señora, Camila y las sirvientas, se han ido hoy al campo á dar un paseo de doce ó quince dias y que, en el momento que lleguen,