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Campaña y guarnición

mando el coronel, ordenando al segundo que lo continuara, y retirado á alguna distancia se puso á observar las maniobras. El batallón extrañó sin duda la manera de mandar del teniente coronel, pues no maniobró con la misma precisión que lo hiciera con el primer jefe, y después de dos ó tres movimientos defectuosos, se acercó éste con viveza é hizo algunas obsérvaciones, retirándose en seguida al sitio en que había estado.

Continuaron las maniobras, pero siempre sin precisión en la ejecución, lo cual hizo que el coronel, no pudiendo soportarlo por más tiempo, y dejándose arrastrar por la vivacidad de su genio, se dirigiera al batallón tomando su dirección y mando de una manera brusca, y por cierto bien descortés para Cañas; tan así debió sentirlo éste, que envainando su espada se aproximó al coronel dirigiéndole algunas palabras que los demás no pudieron oir, pero que muy graves debieron ser puesto que éste se quedó suspenso por un momento, dejando que el otro se retirara del campo de instrucción.

Concluido el ejercicio regresaron todos al cuartel. Al llegar el coronel á su alojamiento se encontró con dos jefes que como padrinos le enviaba Cañas, provocándole á un desafío. Súpose después que los padrinos no habían tratado de arreglar cosa alguna para evitar un duelo, el que según se aseguraba, había sido propuesto y arreglado que fuera á muerte; y como era natural, se supuso por todos que la causa que lo provocaba no podía ser el suceso acaecido durante el ejercicio.

Debia haber otra razón, y la había en efecto.

El teniente coronel tenía dos hermanas de una belleza tal, que hubiesen sido capaces de hacer perder la chaveta al más flemático holandés. Contaría la mayor unos veinte y cuatro años; era el tipo acabado de la andaluza que desborda en gracia, é indudablemente debía ser lo que indicaban sus ojos rasgados,