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En la extensión del bosque americano
arrulla la torcaz bajo la chaca;
silba el grillo un monólogo lejano,
y la rana, escondida en el pantano,
finge ruido estridente de matraca.

La queja de la tórtola se aduna
á la charla del mirlo, alegre y loca,
y en el espejo azul de la laguna
semeja melancólica la Luna
cuajado trozo de cristal de roca.

El polen de su luz vuelca en el suelo
Vésper-capullo de oro que revienta—;
y en la paleta cóncava del cielo
se diluye á través de opaco velo
una brochada vívida y sangrienta.

La noche prende su cendal umbrío
y el mundo adquiere aspecto funerario:
cabe la orilla del sonante río
se destaca más blanco el caserío
y surge más escueto el campanario.

Todo hace despertar un sentimiento
de inefable y letal melancolía....
¡No sé qué misterioso arrobamiento