Página:Cantico de Navidad.djvu/110

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el horizonte y en la direccion del Oeste, el Sol poniente habia dejado un rastro de fuego de un rojo vivísimo, que iluminó por un momento aquel lugar de desolacion, como si fuese la mirada brillante de un ojo sombrío cuyos párpados se cerrasen poco á poco, hasta que desapareció completamente en la oscuridad de una densa noche.

—¿En dóndo estamos? preguntó Scrooge.

—Estamos donde viven los mineros, los que trabajan en las entrañas de la tierra, contestó el espíritu. Ya me reconocen, mirad.

Brilló una luz en la ventana de una pobre choza, y ambos se dirigieron hácia aquel lado. Penetrando á través del muro de piedras y tierra que constituia aquel mísero albergue, vieron una numerosa y alegre reunion en torno de una gran fogata.

Un bueno viejo, su mujer, sus hijos, sus nietos y sus biznietos, estaban congregados allí vestidos con su mejor traje. El viejo, con voz que ya no podia sobreponerse al agudo silbido del viento que soplaba sobre los arenales, cantaba un villancico (muy antiguo ya cuando él lo aprendió de niño), y los circunstantes repetian de tiempo en tiempo de estribillo. Cuando ellos cantaban el viejo se sentia reanimado, pero cuando callaban volvia á caer en su debilidad.

El espíritu no se detuvo aquí, sino que encargando á Scrooge que agarrara vigo-