tuvo que empinarse sobre las puntas de los piés para darle un abrazo y tornó á reir. Por último, impaciente ya como niña, lo arrastró hácia la puerta y él fué trás ella contentísimo.
Una vez poderosa se dejó oir en el vestíbulo.
«Bajad el equipaje de Mr. Scrooge: pronto.» Y apareció el maestro en persona, quien dirigiendo al jóven una mirada entre adusta y benévola, le estrechó la mano en significacion de despedida. Seguidamente le condujo á una sala baja, lo más helada que se podia dar, verdadera cueva donde existian muchos mapas suspendidos de las paredes, globos terrestres y celestes en los alféizares de las ventanas, objetos todos que parecian tambien helados por el frio de la habitacion, y allí obsequió á los jóvenes con una botellita de vino excesivamente ligero y un trozo de pastel excesivamente pesado: al mismo tiempo hizo que un sirviente de sórdido aspecto invitase al cochero, más éste, agradeciendo mucho la oferta, repuso, que si se trataba del mismo vino que le habian dado á probar antes no lo deseaba. Dispuesto el equipaje, los jóvenes se despidieron cariñosamente del maestro, y subiendo al coche atravesaron llenos de alegría el jardin y salieron á la carretera, llena entonces de nieve que iba arremolinándose al paso de las ruedas como si fuera espuma.