—Siempre fué esa niña una criatura delicada á quien el más pequeño soplo hubiera podido marchitar, dijo es espectro... pero abrigaba un gran corazón.
—Es cierto, contestó Scrooge. No seré yo quien me oponga á ello, espíritu; líbreme Dios.
—Ha muerto casada y me parece que ha dejado dos hijos.
—Uno solo, repuso Scrooge.
—Es verdad, corroboró el espectro; vuestro sobrino. Scrooge asintió y dijo brevemente: Sí.
Aunque no habian hecho más que abandonar el colegio, se encontraban ya en las calles de una gran ciudad, por donde pasaban y repasaban muchas sombras humanas ó sombras de carruajes en gran número; en una palabra, en medio del ruido y del movimiento de una verdadera ciudad. Por los escaparates de las tiendas se echaba de ver que tambien allí tenía efecto la celebracion de la Noche Buena.
El espectro se detuvo ante la puerta de un almacen y le preguntó á Scrooge si lo reconocia.
—¡Si lo reconozco! Aquí fué donde hice mi aprendizaje.
Entraron. Habia allí un anciano cubierto con una peluca, y sentado en una banqueta tan elevada, que si aquel señor hubiera tenido dos pulgadas más de estatura, habria