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Pero aquí halló su primer tropiezo.

En primer lugar, su familia no tenia de donde sacar la suma que necesitaba, y en segundo lugar no queria consentir que un calavera del calibro de Carlo viniese á América, donde sabe Dios la suerte que le deparaba el destino.

¿Qué podia hacer en América un jóven sin oficio, que no sabia trabajar y cuyas inclinaciones de holganza eran tan conocidas?

Morir en la miseria sin ninguna clase de amparo, puesto que en América no tenia ninguna clase de parientes ni de conocidos siquiera.

Por todas estas razones la familia negó á Carlo no solo las remesas que este le pedía y que no tenia de donde sacar, ella que vivia con lo necesario, sinó que le negó redondamente su consentimiento, declarándole que no queria que se moviera de Biela.

—Cambia de conducta, le decia, cambia de conducta y asienta el juicio; trabaja un poco aquí, demostrando que eres caparz de hacerlo y te daremos todo cuanto necesites para el viaje.

Carlo Lanza no se descorazonó por esto.

Se habia resuelto venir á América á toda costa y estaba decidido á hacerlo de todos modos, aun viniéndose como inmigrante en último caso, sino podia reunir la suma necesaria.

Pero su gran idea era reunirla, consecuente con su pensamiento de la importancia que tendria para su porvenir el simple hecho de venirse como pasagero.

Carlo Lanza no descansó desde entónces, pensando en el medio que emplearia para hacerse del dinero necesario, pero no pudo hallarlo por mas que aguzó su inventiva siempre fecunda.

Pidió prestado á sus amigos, pero era una suma muy grande para que los amigos la tuvieran, y aun en el caso de tenerla para prestarla á un calavera como Lanza.

Luego habia el temor de que el viaje á América no fuese mas que un pretexto para hacerse de dinero y triunfarlo en alguna jugada ú otra calaverada por el estilo.

Carlo Lanza se convenció en fin que en Biela no se haria nunca de los recursos que necesitaba, y el tiempo pasaba para él con una lentitud aterradora.

A fuerza de pensar y pensar, Lanza creyó de haber resuelto el problema.

De todos modos para embarcarse con rumbo á América necesitaba irse á Génova.

—Pues me iré allí, pensó, nadie me conoce y tal vez encuentre lo que aquí me niegan.

Es preciso que yo vaya á América y que vaya como pasagero; no hay remedio: los resultados al fin me darán la razon.

Juntando los pocos recursos que tenia y vendiendo algunas alhajitas que se habian salvado de sus calaveradas, Carlo juntó unos tres marengos, con los que una buena noche desapareció de su casa y de Biela, sin dejar el menor escrito que tranquilizase a su familia y explicase su ausencia y el punto adonde se dirigia.