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nia una mujer á quien atender y proporcionarle todo cuanto le hiciera falta.

Era urgente pensar en lo que habia de hacer para poder conservar aquel modo de vivir, y a esto tendiéron sus cuidados.

Lanza dió un balance á lo que tenia, y se encontró con una docena de miles de pesos, que si no le servian para emprender negocio alguno, eran suficientes para ayudarse con ellos y asegurarse en cualquier mal tropiezo que pudiera sucederle.

Aquellos doce mil pesos eran lo único que le quedaba á él, despues de lo mucho que habian gastado aquella primera semana, sin contar con lo que pudiera tener Anita, que era dinero sagrado para él y en el que ni siquiera debia pensar.

Era preciso entónces renunciar á toda idea de establecerse, porqué aquel dinero no alcanzaba para tales gastos.

—Es preciso que yo piense en buscar trabajo, dijo á Anita, para que nuestra felicidad sea duradera; el dinero que actualmente tengo no nos alcanza para abrir una casa como pensábamos, pero con lo que yo pueda ganar en adelante ya es distinto, y mucho de bueno podremos hacer.

—Pero es que yo tambien tengo dinero, respondió ella, y juntando lo tuyo con lo mio tal vez haya suficiente.

Se juntó lo que Anita tenia, que eran unos seis mil pesos, pero el resultado fué negativo; aquello no les servia sinó para base de un capital mayor.

Si Anita hubiese sido una mujer de trabajo y de arreglo, aquello era un buen principio de fortuna.

Pero desgraciadamente para Lanza la jóven no era así.

Acostumbrada á llenar todos sus deseos con desahogo y á una vida desarreglada y haragana, hablarle de arreglos y de economías, de trabajo y de órden, era hablarle en un idioma completamente desconocido para ella.

El pobre Lanza se habia hecho ilusiones desgraciadas á este respecto, y su desengaño iba á ser doloroso.

Anita tambien habia creido que venia á continuar su vida habitual, que nada le faltaria y que podria pasear y divertirse á su gusto, puesto que era completamente libre.

Así es que la primer palabra de trabajo que pronunció Lanza fué para ella el primer desencanto.

Y eso que no se habia tratado sino de que Lanza trabajaria para aumentar aquel capital y poder entónces establecer el negocio.

Cuando la jóven supo que aquel dinero que ella creia destinado á paseos y diversiones debia guardarse como capital futuro, no pudo disimular una expresion de descontento que no pasó desapercibida para Lanza, pero que este no pudo atribuir á la verdadera causa.

Pensó que Anita sentia verlo dedicado al trabajo.

Así es que le dijo cariñosamente; no temas, que esto es pasajero.

Con ese dinero y el crédito que yo puedo tener, verás como salimos de apuros y nos establecemos como tú quieres.