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Estas palabras consoláron á Anita y le devolviéron toda su alegría perdida un momento.

—Toma ese dinero que de todos modos es tuyo, porqué para tí lo he atesorado yo, y ya verás que felices hemos de ser.

Lanza empezó á salir á la calle durante el dia para buscar trabajo en cualquier cosa.

El jóven solo estaba preocupado del porvenir de Anita y solo pensaba en la manera de tener dinero para halagarle sus gustos y sus inclinaciones.

Lo demas poco podia importarle y su persona era lo último en que pensaba.

Pero por mas que daba vuelta la ciudad y su pensamiento, por mas que se iba á la Cruz de Malta á hablar con sus antiguas relaciones, no hallaba trabajo alguno.

Y los dias pasaban y el capital fundamental para el porvenir disminuia, porqué á él tenian que acudir para llenar sus gastos mas imperiosos.

Acostumbrada á gastar sin mirar para atrás ni consultar para nada su haber, Anita no se privaba de nada.

Ella queria comer en el hotel, queria pasear y queria ir al teatro.

Y Lanza le hacia el gusto en todo, mirando con terror como disminuia el dinero, á medida que crecian las aspiraciones de Anita.

¿Qué haria cuando se les acabara aquel dinero y tuviese que negar por primera vez á Anita cualquiera de sus caprichos?

¿Cómo podia decirle que no tenia mas dinero ni de dónde sacarlo?

La situacion era un poco apurada y era preciso evitar de tener que llegar á un extremo enojoso.

Era preciso para conjurar todo entorpecimiento á la felicidad que gozaban, buscar dinero, dinero que proporcionara á Anita todos sus caprichos.

Muchas veces se le ocurrió á Lanza meterse en una casa de juego y probar fortuna.

Pero para esto tendria que faltar una noche de su casa y Anita podia desconfiar, tener celos y armarle alguna escena violenta á la que viniera aparejado un rompimiento.

Esta consideracion por una parte, y por otra el miedo de perder lo que tenia, le hizo abandonar bien pronto esta idea, creciendo su desesperacion.

Como Anita poco se preocupaba de las finanzas, como ella confiaba en que Lanza las repondria una vez agotadas, seguia no privándose de sus caprichos, y entregaba á Lanza lo que este le pedia para cubrir sus gastos, sin preocuparse absolutamente de la cantidad que le quedaba.

Durante el dia y miéntras el jóven andaba en sus diligencias para encontrar que hacer, ella paseaba por todas partes, eligiendo, como es natural, las calles mas concurridas.

Jóven, muy hermosa y bien puesta, Anita llamaba la atencion de cuanto calavera hallaba al paso, así que la seguian mu-