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¿No es cierto que usted me regala toda esta ropa y estos baúles con tal que los saque de aquí?

—Mas que eso, dijo Lanza con su ademan mas alegre.

Doy ropas y baúles, sin la condicion de sacarlos de aquí, porqué regalo á su bella nuera todo lo que aquí hay, ménos mi ropa, y hasta el derecho de habitar estas mismas piezas y disponer de ellas como dueña, aunque yo las siga pagando.

La vieja francesa quedó deslumbrada ante semejante generosidad.

Pero, fina como era, se apresuró á decir á Lanza:

—Aceptado, aceptado con reconocimiento.

Pero como aquella buena pieza puede venir el dia ménos pensado y cuando usted no esté, para arrear con todo, bueno será que los baúles pasen á nuestras piezas, de donde no podrá sacarlos.

—No solo consiento, sinó que quiero ayudar á la operacion, dijo Lanza.

Y poniéndose en mangas de camisa, ayudó á las mujeres á trasladar los baúles á sus piezas.

No quedaban en las suyas mas que los muebles y objetos de lavatorio que tambien habia regalado á la francesita.

Y abierta la comunicacion de las piezas, quedó de hecho sancionada entre ellos la vida de familia.

De cochero á tendero.

Despues de un sueño enorme que duró hasta las doce del dia siguiente, y disipados los humos de la tranquita, Lanza pensó en sus patrones y en su acomodo con profunda pena.

Como hacia ya tantos dias que no habia vuelto á la casa y no habia mandado el menor aviso, era seguro que no lo habian de estar esperando y que ya habrian tomado otro.

Sin embargo, era preciso ir á pedir disculpa para no perder la recomendacion que pudieran darle, y sobre todo á cobrar los dias que le debian, lo que le vendria de perilla en su situacion tirante y privada de recursos.

Se compuso lo mejor que le fué posible, y se fué á ver á sus patrones, los que, como ya lo suponia, habian tomado otro cochero.

Lanza les dijo que aquella última tarde que habia salido con ellos, se habia dado un gran golpe que lo habia obligado á guardar cama, no habiendo tenido ni siquiera con quien mandar avisar.

La familia creyó la fábula que Lanza referia y como él se habia portado bien, al extremo de no haber tenido nunca que dirigirle la menor observacion, no solo le pagáron con largueza los dias que le debian, sinó que diéron al supuesto César Parodi la mas cumplida recomendacion.

Lanza volvió á encontrarse en media calle, sin empleo y sin