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Algunos hacian su remesa por la casa de Caprile y por intermedio del mismo Lanza, y otros se resolvian, no estando apurados, á esperar que éste abriera su casa bancaria.

Entre los vueltos que podia morder, algo de mas que cobraba á los poco prácticos y su negocio de las estampillas, se juntaba una buena mensualidad, que á veces le alcanzaba para gastar y aun guardar un poco.

Y como todo aquello era hecho con suma habilidad, no podia ser pillado en manera alguna.

En las cartas que escribia á Europa valiéndose de su posicion de empleado de Caprile, tenia buen cuidado de indicar su domicilio de la calle Tacuarí, para evitar así que una carta abierta por error ó por intencion fuera á descubrir el vasto plan de sus operaciones extra legales.

Cánepa, que cada vez tenia mas motivos de aprecio por Lanza, lo recomendaba contínuamente á sus patrones, haciéndole entrever un buen porvenir en la casa de Caprile, porqué á él mas que á nadie ocultaba el jóven su proceder poco correcto.

¿Cómo iba á sospecharse Cánepa los enredos de Lanza, si éste aparentaba pasar en su casa el tiempo que le dejaba libre el escritorio?

Así, Lanza era para ellos el colmo del juicio y de la conducta tranquila; lo que los asombraba enormemente dada la edad del jóven y su modo de ser eminentemente alegre.

Era realmente un fenómeno que un jóven de aquellas condiciones no fuese al teatro, ni á bailes, ni á centro alguno de diversion.

¡Cómo se habrian quedado si hubieran visto á Lanza en un diálogo amoroso con su vieja modista, tratando de seducirle el bolsillo!

Lanza habia comprometido en esa aventura, no solo el amor al dinero de la modista, sinó su mismo amor propio, por lo mismo que la mujer se resistia de aquella manera.

Ella estaba enamorada de él al extremo de regalarle alhajas de valor; tenia en él una confianza absoluta, puesto que sin recibo alguno le confiaba sumas de dinero para remitir á Europa, ¿por qué no le aflojaba tambien la jareta de la bolsa?

Y Lanza se hacia esta pregunta y no podia conformarse con su impotencia á este respecto.

Y por mas que le estudiaba á la modista sus lados vulnerables, no podia dar con el que debia abrirle la bolsa.

El no necesitaba dinero para el hecho material de abrir su casa, porqué ya hemos visto que habia preparado los clientes y las cosas de tal manera, que sin un centavo en el bolsillo hubiera ganado dinero desde el primer dia, sin contar que las primeras sumas que se le confiaran, las podia haber girado á su gusto y conveniencia, demorándolas un poco de tiempo, lo suficiente para servirse de ellas sin perjudicar su crédito.

El hubiera deseado un capital de cierta importancia para remitirlo como adelanto á las casas de crédito en Italia contra las que pensaha hacer sus giros.