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cajada y se acercó á la mesa donde se habia sentado Lanza preguntándole con amistosa sonrisa qué queria que le sirviese.

Para inspirar confianza y recomendarse á la consideracion de la patrona, Lanza pidió dos botellas de cerveza.

Como no era regular que pidiera aquella cantidad de cerveza para los dos, era natural pensar que aquel cliente queria solamente gastar dinero, y un cliente que se anuncia en un casino de aquella manera, se hace acreedor á la mas marcada consideracion.

Miéntras la patrona traia la cerveza y repasaba los vasos con su mayor prolijidad, se presentáron en la sala y ya en traje de entrecasa, las dos mujeres que habia seguido hasta allí.

El encanto de Lanza creció de una manera poderosa.

Si aquella mujer le habia parecido exuberantemente bella en su rico traje de calle, en su traje de entrecasa le pareció mas bella todavía.

Ella miró á Lanza con la cariñosa expresion que podia demostrarle una persona amiga, y se le acercó sonriendo y mostrándole siempre su espléndida dentadura.

Y se sentó á su lado saludándolo en el mas correcto y puro italiano.

—Detesto el frio, le dijo Lanza con la misma dulzura del lenguaje; detesto el frio, y como he visto que el sol se ponia detras de esta puerta, me he entrado yo tambien para gozar el tibio calor de sus últimos rayos.

Eres tan bella, que si no pareces un astro pareces una cosa mejor todavía: una mujer linda.

Te hubiera seguido hasta el fin del mundo sin mas objeto que decirte esto mismo, si hasta el fin del mundo hubieras marchado.

Si el exterior de Lanza habia interesado á la jóven, aquel bello lenguaje y la expresion de sus ojos celestes la interesáron mucho mas, siendo visible la impresion de agrado que le causaba.

Tutear á una mujer á quien se ha visto por vez primera, es prueba de una gran confianza, que viene á establecer la posicion de cada cual.

Y un hombre de la significacion que Lanza queria aparentar, no podia tratar de otro modo á una belleza de casino.

Si no, no hubiera parecido un calavera de gran tono, habituado á aquella clase de aventuras.

Encantada por el lenguaje y la persona, la jóven no trató de disimular el placer que sentia, diciendo á Lanza, algo turbada, que agradecia profundamente aquellos cumplimientos que no merecia.

No debia ser aquella una mujer de sentimientos pervertidos, cuando en su espíritu producian tan bello efecto las frases cariñosas y galantes que acababa de oir.

Luego podía seguir su conquísta por aquel mismo camino, seguro de pisar en terreno firme.

Para meterse á averiguar vidas, no solamente era demasiado pronto en una visita, sinó que presente estaba la patrona á