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quien la cosa hubiera hecho poquísima gracia, y se hubiera puesto en su contra.

Y como Lanza conocia prácticamente la vida interior de los casinos, se guardó muy bien de cometer semejante chambonada, que hubiera puesto en su contra á la patrona.

La cuestion primera era ganarse la benevolencia de esta, lo que no debia ser difícil visto su cara de suprema avaricia.

—El placer que he tenido en encontrarme con un semblante tan bello, dijo Lanza jovialmente, es justo que lo demuestre de alguna manera, haciendo partícipes á quienes me lo han proporcionado.

La señora me vá á hacer el favor de desalojar la mesa de estas dos botellas y traer en su lugar dos de vino champagne.

Un hombre que de buenas á primeras y con toda frialdad pedia dos botellas de champagne, debia ser una persona rica y generosa.

Así es que la patrona abrió desmesuradamente los ojos y pasó al mostrador á buscar lo que le habian pedido.

—Nada quiero decirte ahora por la clase de testigos que tenemos encima, murmuró Lanza al oido de su bella conquista.

Ya buscaré la oportunidad de decirte todo lo que por tí siento y todo el bien que me causa tu vista y tu compañía.

Ya volveré con mas tiempo y mas comodidad.

La patrona, aunque los vió hablar, nada malo pensó, encontrando muy natural que el jóven diera salida á su entusiasmo en algunas frases amorosas.

—Venga usted á la noche, le dijo la jóven rápidamente, que hay mayor facilidad de hablar, porqué ella está mas entretenida; ahora no se nos vá á apartar del lado.

La patrona acudió entónces con el champagne pedido, que destapó alegremente, y la conversacion se hizo general.

Conocedor de los hábitos de casino, Lanza comprendió desde el primer momento que aquella jóvén no estaba en la condicion de las demas.

Parecia una mera empleada de la casa, tenida para atraer á los marchantes y sin las obligaciones degradantes de la generalidad de las empleadas en los casinos.

Esto se conocia en la especie de respeto con que era tratada por la patrona y la inferioridad demostrada por la otra mujer que la acompañaba.

Un conocedor del género no se equivocaba fácilmente y Lanza estaba encantado con aquel descubrimiento.

El solo hecho de salir á pasear, aunque acompañada, demostraba la independencia con que vivia allí.

La conversacion se hízo general é indiferente, aunque Lanza no apartaba de la jóven sus ojos asombrados.

No era hora ni número para consumir dos botellas de champagne, pero como por el momento el objeto de Lanza era ganarse á la patrona, aunque las botellas contenian mas de la mitad de aquella cidra infame que se vendia bajo el elegante nombre de champagne y á un precio de champagne verdadero, Lanza pidió otras dos botellas.