Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/174

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 174 —
Una historia tragi-cómica.

Lanza no queria bajarse de la volanta por temor de ser notado.

Harto debia llamar la atencion aquella volanta allí parada, para que él la aumentase con paseos por la vereda ó bajadas y subidas.

—En cuanto venga una persona que espero, dijo al cochero que habia olido ya una aventura amorosa, siga no mas por la calle de Santa Fé hasta el Robinson, donde se pára.

El Robinson era un café que existe todavía, especie de hotel campestre á propósito para una aventura amorosa.

Allí caian con frecuencia parejas de novios que iban á ocultarse de miradas indiscretas, ó calaveras que echaban una cana al aire en la mas grata y alegre compañia.

En el Robinson no solo se hallaban todas las comodidades imaginables para huir á todo ojo indiscreto, sinó que habia allí glorietas perfumadas y poéticas, especie de pequeños paraisos á la francesa que incitaban por sí solos al amor mas profundo.

Unos dueños de casa complacientes y reservados, eran la garantía con que novios y calaveras de buen tono, contaban para el misterio que debia envolver toda aventura.

Lanza conocia ya este paraje á donde habia acudido con sus modistas algunas veces y con amigos calaveras otras.

Ningun paraje mas á propósito para conversar plácida y apaciblemente con su bella.

Allí no habia de irlo á molestar la patrona con sus botellas de champagne, ni aquel coro de bebedoras infames, que no tenian mas objeto al vaciar una copa, que llenarla de nuevo.

Poco tuvo que esperar Lanza con su volanta, pues si impaciente habia estado él, mas impaciente lo estaba su bella.

No era la una todavía, cuando Lanza, que miraba por el postigo de la volanta, vió venir á su ídolo por la calle de la Esmeralda.