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La falsedad de aquellas ventas no podria nunca probarse á mi padre, puesto que su fortuna, que nadie conocia á punto fijo, le permitia aquellas compras.

La dama aquella, que estaba enamorada de mi padre hasta la locura, firmó sin vacilar todo aquello que este quiso y rechazando toda especie de explicacion que quisiera darle.

Le hubiera firmado de la misma manera un pagaré sobre la vida.

Lo queria con el amor violento que inspira á una mujer de edad su pasion última y no habia sacrificio que no hubiese hecho por él.

Si en vez de proponerle una venta falsa le hubiera propuesto francamente la verdadera cesion de todos sus bienes, los hubiera soltado de la misma manera sin la menor vacilacion.

Sucedió al fin lo que era natural que sucediera con aquellas medidas tan hábilmente tomadas.

Las letras se venciéron, vino la ejecucion en seguida del protesto y los acreedores quedáron burlados.

No podian llevar á cabo su explotacion, porqué la dama no tenia en qué ser ejecutada.

Todas las propiedades que denunciáron y sobre las cuales creyéron poderse cobrar, estaban á nombre de mi padre.

Este no varió por esto en nada su conducta respecto á su amante.

Al contrario, cada dia parecia amarla mas y estaba mas dedicado á ella.

Y yo creo que el amor de mi padre para su amante era sincero.

Al fin él, aunque hermoso todavía, era un hombre entrado en años y no podia aspirar á nada mejor.

Así siguiéron las cosas por mas de dos años en los que la fortuna de mi padre aumentó de una manera considerable.

Yo iba á casa de la amante, quien me demostraba gran cariño y me colmaba de regalos.

Y mi padre habia arreglado las cosas tan bien y de tal manera, que muchos, al ver el lujo con que vivia la dama, pensaban que mi padre se estaba arruinando manteniendola, porque sus amores con ella no podían ser mas públicos.

Ella seguia enloquecida con mi padre, quien satisfacia sus menores caprichos.

Teatro, carruajes, joyas, trajes, cuanto deseaba, mi padre se lo proporcionaba al momento, puesto que era como quien dice su apoderado y administrador general.

El tiempo que los negocios dejaban libre á mi padre, él se lo pasaba al lado de su dama, demostrándole su cariño por todos los medios á su alcance.

Y á mí misma me decia siempre:

—Es preciso, Luisa, que quieras mucho á esa señora, mira que á sus bondades debo yo la mayor parte de la fortuna que tenemos.

Quiérela mucho, mi hija, y demuéstrale todo lo que la quieres.