Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/191

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 191 —

decia, y si este llega á saberlo, perderemos este único medio de comunicacion.

Yo quedé aterrada con esta carta; no poder ver mas á Arturo ni escribirme con él, era una desgracia irresistible para mí.

Felizmente yo habia consentido en sus planes, y de él solo dependia su mas rápida ejecucion.

¡Ah! si yo hubiera meditado un momento, si yo hubiera tenido quien me diera un consejo amigo, ¡cuántas desgracias no me habria evitado!

Luisa se interrumpió un momento para tomar una copa de champagne que le sirvió Lanza.

El relato y los recuerdos que éste despertaba, la habian fatigado de una manera dolorosa.

Despues de una corta pausa siguió diciendo:

—Al otro dia cuando salió mi padre, se me presentó Arturo radiante de felicidad.

Sonreia con una placidez infinita y agitaba en su mano la carta que me traia.

—Querida de mi alma, me dijo, veo que me amas inmensamente, Dios te bendiga y te compense todo el mundo que abres á mi pobre alma.

Por estas cartas verás que no nos veremos ya mas hasta pasado mañana, pero que entónces nos veremos para no separarnos mas en la vida.

Pasado mañana, desde el amanecer, yo te esperaré con una volanta al dar vuelta la calle.

Cuando tu padre salga, sales tú tambien; no te preocupes de traer nada, que tendrás todo cuanto te haga falta.

De aqui saldremos al nido que te he prepado, que será nuestro cielo, y verás que pronto cede tu padre y nos dá permiso para que nos casemos!

Yo no podia modificar aquel plan, puesto que no tendria ocasion de hablar ni de escribir á Arturo.

No habia de dejarlo plantado con todos sus preparativos, y me resigné á seguirlo, lo confieso, con un placer íntimo y verdadero.

Nada tenia que aprontar para llevar conmigo.

¿Que habia de aprontar, si yo no poseia mas que ropa vieja y remendada?

Junté todos los obsequios que habia recibido de Arturo y que constituia toda mi fortuna, toda mi verdadera fortuna, y estuve lista para la partida.

¡Qué largo me pareció el tiempo desde entónces!

El dia lo pasaba algo distraida con mis quehaceres, pero la noche me parecia horriblemente larga é interminable.

Aquí Luisa se interrumpió de nuevo.

Lanza le habia servido una copa de licor y café, instándola á que siguiera sin omitir detalles.

—No sé como seguir, dijo; ahora tengo vergüenza.

Y sus ojos brillantes por el alcohol que habia ya tomado, esquiváron la mirada apasionada de Lanza.