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—¡Juntos, juntos para toda la vida! exclamó Arturo acariciándome de todas maneras—¡Oh! gracias, mi bella, gracias, ¡me has hecho el mas feliz de todos los hombres! ya no nos separaremos mas en la vida, pues tu padre tendrá ahora que darnos su consentimiento.

Y yo al escucharlo y recibir sus caricias, me sentia inmensamente feliz.

¡Quién me hubiera dicho en lo que todo esto vendria á parar!

La volanta siguió rodando hasta la estacion del tren, donde Arturo tenia pasaje, y subimos.

Ya no era posible tener miedo de ser sorprendidos, porqué cuando mi padre llegara á casa, estaríamos tal vez al fin de nuestro viaje.






Carlo Lanza.
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