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Mi vida no iba á poder seguir de aquella manera, porqué ni mi padre habia de ceder en sus prohibiciones ni yo podia conformarme con llevar la vida de reclusion que él queria.

Ibamos á pasar una vida imposible, discutiendo siempre y provocando cada vez escenas mas violentas.

Una familia amiga anunció por aquella época su viaje á América y fué entónces que me entró tambien una gran ambicion de venir.

Yo poseia entónces, en poder de mi padre, la suma de mil doscientos francos que me dejó mi madre.

Esta suma, en tanto tiempo, habia sido doblada en los negocios, segun me lo dijo mi mismo padre.

Con aquella suma podia yo muy bien venir á América y así se lo manifesté.

En Buenos Aires vivía un hermano de mi padre, con quien yo podria venir á vivir, y la ocasion no podia ser mejor.

—Para vivir aquí como vives, me dijo mi padre, es mejor que te vayas á Buenos Aires, donde por lo ménos no conocerán tu falta.

Si tienes juicio y eres buena, todavía puedes ser feliz en este mundo.

Allí tienes á tu tio que ha de ayudarte en todo y aconsejarte lo que necesites.

Aquí estas perdida sin remedio, porqué á tu falta irreparable se han agregado los últimos escándalos que has dado y que, sobre lo que ya habias perdido, te han hecho perder un cincuenta por ciento mas.

Aquí no hallarás un marido nunca, aunque cambies de conducta.

Solo hallarás otro Arturo, que te lo perdonaria todo con tal de casarse con tu fortuna y poder pasar una buena vida mano sobre mano, y deseándote la muerte para heredarte.

En América es distinto, nadie te conoce, y portándote bien, puedes bien hallar un marido que te haga respetable.

Yo estaba entusiasmada con mi viaje, al extremo de no atinar á nada.

Deseaba con vehemencia que llegara el dia de la partida para salir una vez de allí y no volver mas.

Porqué yo habia concluido por tomar ódio á Génova y á todos sus habitantes.

Con mi oficio de embalsamadora, que bien podia llamarse un arte, yo ganaria mi vida en Buenos Aires y no seria gravosa á mi tio.

Mi padre me entregó los tres mil francos que me tenia y me regaló el pasage, prueba estupenda de cariño, dada su habitual miseria; de modo que con mi dinero yo pude hacerme una provista de buena ropa, de que tanto necesitaba, guardando el resto para mis primeros tiempos de América, miéntras me estableciera y empezara á hacerme de clientela.

Yo era ademas muy hábil en el arte de hacer gorras y teñir plumas, lo que podia muy bien serme igualmente útil para ganarme la vida.